La Historia no contada de Francisco de Xavier

Todos los navarros nos hemos acercado alguna vez al castillo de Xabier para honrar a nuestro patrón. Desde pequeños nos han enseñado cómo fue la vida misionera de ese gran hombre, idealista como pocos, y luchador por la causa de Dios hasta el último aliento.

Francisco es uno de esos hombres que deja huella y que por su rango de santo, ejerce el patronato de diferentes organizaciones e instituciones. La Comunidad Foral de Navarra celebra a lo grande su nacimiento hace 500 años. Una celebración que enfatiza la figura del gran misionero, dejando a un lado el papel que desempeñó el Castillo de Xabier en la lucha por impedir que el viejo reino de Nabarra perdiera su independencia.

Los actuales gobernantes no están por la labor de recordarnos nuestra historia olvidada. Parece como si quisiera borrar de nuestra memoria histórica el hecho de que los beamonteses, aliados con los castellanos, entregaron el reino a Fernando de Aragón. Entre los historiadores oficiales se ha acuñado el término de anexión, queriendo dar a entender que los navarros aceptaron de buen grado ser súbditos de Castilla. Interpretación que falsea la historia ya que los agramonteses, leales a Juan de Albret y Catalina de Foix, se opusieron tenazmente al dominio castellano.

En este clima de rechazo, el señorío de Xabier fue un importante enclave agramontés que gozaba de la plena confianza de sus legítimos reyes. El padre de Francisco, Juan de Jaso, canciller y presidente del Consejo Real de Navarra, negoció inútilmente la devolución de la soberanía mientras sus hijos, Juan y Miguel, mucho más prácticos, empuñaron las armas para echar de Navarra a las tropas invasoras. La derrota en Noáin fue el último episodio de tres intentos de recuperación de la independencia.

Siguieron los episodios de Amaiur y Hondarribia, últimos reductos de los agramonteses. Con su conquista se apagaron definitivamente todos los intentos de recuperar la independencia perdida. Francisco creció con la crónica de la invasión. Seis años tenía cuando el duque de Alba conquistó Iruña, once el año en que fueron derribadas las murallas y torres de su castillo, quince cuando la derrota de Noain, diecisíis cuando la toma de Amaiur y dieciocho el año de la conquista de Hondarribia. Fueron tiempos difíciles.

Tras la muerte de su padre y con los dos hermanos huidos, su madre, María de Azpilkueta, tuvo que hacer frente a una situación dura y humillante. Fueron declaradas personas non gratas y perdieron sus privilegios y rentas por el simple delito de haber sido leales a los reyes legítimos de Nabarra.

En el año 1524 llegaría una amnistía general para todos los agramonteses rebeldes. Miguel de Jaso, tras jurar obediencia al rey de Castilla, también recuperó su señorío de Xabier. Un año después, Francisco abandonó la Navarra conquistada. Tenía entonces diecinueve años. La decisión de graduarse en la Sorbona le aseguraba un brillante futuro. Sin embargo su destino fue otro muy diferente. El conquistador Iñigo de Loyola y el conquistado Francisco de Xabier aunaron sus fuerzas para luchar bajo el estandarte de otro rey.

Fundaron la Compañía de Jesús y Francisco, como súbdito portugués, embarcó a las Indias Orientales.

Murió un 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sang Chuan. Francisco de Jaso y Azpilkueta, agramontés, euskaldun y evangelizador de las Indias. Un buen patrón para esta Navarra que todavía sigue buscando su identidad.

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